lunes, 29 de febrero de 2016

Educación como forma de vida



¿Cómo definiríais vosotros al "maestro ideal"

En nuestra opinión, el sistema educativo, lejos de motivar, decepciona y aburre año tras año a los alumnos, por ello, es necesario individualizar la educación al desarrollo cognitivo de cada uno de ellos. Todos y cada uno de los niños tienen la capacidad de crear y aprender, no solo hay una respuesta correcta para las cosas, por ello, “la utopía no está para alcanzarla, está para ir detrás de ella”.

Excelente maestro es aquel que motiva, que se preocupa por sus alumnos y sobre todo, que ama su profesión, porque ser docente va más allá de transmitir unos conocimientos establecidos por la ley.

sábado, 27 de febrero de 2016

Reflexión sobre el dedo corazón

Y bien, ¿reflexionasteis sobre el dedo corazón? ¡Nosotras desde luego que sí! Aquí os dejamos nuestra opinión.
Y vosotros... ¿estáis de acuerdo?


En el transcurso de nuestras vidas, sobre todo en la niñez, tenemos gente a nuestro alrededor que tiene una situación de poder frente a nosotros (padres, profesores, hermanos mayores, jefes en el trabajo, amigos…) y todo esto influirá positiva o negativamente en nuestras decisiones. Esta situación comienza en la niñez, y desembocará en el camino que elijamos seguir en la edad adulta.
La situación de poder que tienen los profesores respecto a sus alumnos es muy elevada, ya que el niño pasa la mayor parte de su tiempo en el colegio y con sus maestros, con lo cual, es muy fácil que la actitud del profesor influya en la autoestima del alumno. Las preferencias y las simpatías que puedan despertar en un profesor algún alumno, tanto como la dejadez o antipatía hacia otros, es un arma muy peligrosa en manos del docente, y con ella se puede alterar (positiva o negativamente) la autoestima del niño. Además, el profesor es uno de los pilares fundamentales en el alumno, y por ello, su criterio será un aspecto muy importante dentro de su desarrollo.
Una relación de respeto e igualdad puede ser muy positiva para la evolución en el desarrollo del alumno. Hacer crecer su autoestima y su amor propio tiene un efecto positivo sobre su persona, al contrario que si haces hincapié únicamente en sus defectos, esto puede hundirlo anímicamente hasta hacerle sentir que no vale para nada.
La importancia del dedo corazón dentro de la educación es la lucha constante contra esa relación de poder que, en lugar de valorar las virtudes de cada uno, las hunde y destruye con menosprecios hacia su persona. Por ello, hay que ser fuertes y mostrar muchas veces el dedo corazón en nuestras vidas para no dejarse influenciar y poder conseguir nuestros objetivos.
Una mano amiga que con amor y respeto te ayude día a día a recorrer el camino hasta llegar a tus sueños, con palabras positivas y haciéndote reconocer tus virtudes y tus errores, es lo que te va a ayudar a conducir tu vida hacia ese futuro con el que sueñas. Esa mano es muy importante que en el niño sean sus padres y sus profesores, ya que son con quien comparten sus vivencias y la mayor parte de su tiempo.


“El objetivo de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás”Herbert Spencer.

jueves, 25 de febrero de 2016

El dedo corazón

Hace algunos días, en una de mis clases sobre evaluación, surgió el problema de los errores y de las repercusiones de los mismos en los alumnos evaluados. Se habla de errores de múltiples tipos, desde el autoritarismo hasta la frivolidad. Desde la falta de rigor en las correcciones hasta las comparaciones improcedentes. La evaluación de los alumnos en las instituciones escolares es una de las cuestiones más problemáticas. En realidad, pone sobre el tapete todas nuestras concepciones sobre la sociedad, la escuela, la tarea docente, el aprendizaje y la enseñanza. Se puede decir a alguien, sin mucho temor a equivocarse: <<Dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional y de persona eres>>.

Entre las muchas intervenciones me llama la atención la de una alumna que cuenta su experiencia en la antigua Enseñanza General Básica. Dice que tenía un profesor que periódicamente le repetía: <<Tú no llegarás nunca a nada, tú no obtendrás el graduado escolar>>, <<Tú…>>. Le pregunto: <<¿Qué pensabas, qué sentías, cómo reaccionabas ante tamaña profecía?>>. La alumna responde con aplomo: <<Yo mostraba mi dedo corazón en un gesto de rebeldía y de rabia>>. <<¿Lo mostrabas de tu mente?>>, pregunta un compañero. <<No, no, visiblemente>>, apostilla la interpelada. Es decir, que hacía el gesto tradicionalmente conocido como <<la peseta>>. Esta actitud resultaba chocante ya que, según palabras del profesor, <<con lo bien que se porta en clase y lo correcta que es, en cada reunión tiene una actitud indeseable, es una insolente>>.
Ese dedo salvó a esta alumna del fracaso y del abandono de los estudios. Hoy cursa 3º de Magisterio en la Facultad de Ciencias de la Educación. Si se lo llega a creer, si acepta aquel vaticinio, si da por buena la predicción pesimista de su profesor, no hubiera obtenido el graduado escolar.
Cuenta la alumna que hace unos meses visitó su antiguo centro en el que todavía imparte clases el desafortunado profesor. Le recordó aquellos encuentros (a los cuales acudía en compañía de sus padres) y sus frases de triste recuerdo. El profesor le replica: <<Es el único caso en que me he equivocado>>.

Pensábamos en la clase: ¿No tendrá responsabilidad alguna ese maestro en los fracasos que había anunciado? ¿No resulta inadmisible que se paguen sueldos a personas que se dedican a poner sobre las cabezas de los alumnos un techo que les hace mirar hacia el suelo?
Este caso se repite una y mil veces en las aulas (y, a veces, también en las casas teniendo como protagonistas a pares e hijos). Las profecías de autocumplimiento jalonan la tarea educativa. Muchos alumnos acaban siendo aquello que los demás esperaron que fueran.
La actitud de rebelión de esta chica, su confianza en sí misma, su esfuerzo para seguir adelante frente a las predicciones pesimistas y a los malos augurios constituyen un ejemplo admirable.

El caso que nos ocupa tiene dos caras. Una se refiere a su actitud inteligente y esforzada. A la capacidad de decir: <<No lo acepto>>, <<No me lo creo>>, <<No voy a obrar dando la razón a quien no la tiene>>. La rebeldía frente a las condenas y a las descalificaciones es imprescindible para no ser aplastados por quienes utilizan el poder y el conocimiento para aplastar, para impedir el crecimiento.
La otra cara de la cuestión es la actitud de quienes se empeñan en poner zancadillas en la vida de los otros. En lugar de alentarlos para que se superen, ponen obstáculos en su camino. El principal obstáculo es el que lleva a la persona al convencimiento de que no vale para nada, de que aunque lo intente no lo podrá conseguir.
Hay apreciaciones negativas que pesan como una losa sobre la espalda de las personas minusvaloradas. Hay comparaciones esterilizantes que dejan a la persona contra las cuerdas de la desconfianza y de la incapacidad. No todos valen para todo, es obvio. Pero de ahí a poner etiquetas como si se tratase de revelaciones infalibles, hay una distancia muy grande.
¿Quiénes ponen zancadillas en la construcción del auto-concepto de las personas? Lógicamente aquellas personas que tienen una mayor influencia sobre los destinatarios de las premoniciones: los padres, los educadores, los amigos.

Leo en el libro Para educar valores, del venezolano Antonio Pérez Esclarín, el siguiente relato.
Un profesor universitario envió a sus alumnos de sociología a las villas miseria de Baltimore para estudiar doscientos casos de varones adolescentes en situación de riesgo. Les pidió que escribieran una evaluación del futuro de cada muchacho. En todos los casos, los investigadores escribieron: <<No tiene posibilidad de éxito>>.
Veinticinco años más tarde, otro profesor de sociología encontró el estudio anterior y decidió continuarlo. Para ello envió a sus alumnos a que investigaran qué había sido de la vida de aquellos muchachos que, veinticinco años antes, parecían tener tan pocas posibilidades de éxito. Exceptuando a veinte de ellos, que se habían ido de allí o habían muerto, los estudiantes descubrieron que casi todos los restantes habían logrado éxito más que mediano como abogados, médicos y hombres o mujeres de negocios.
El profesor se quedó pasmado y decidió seguir adelante con la investigación. Afortunadamente no le costó mucho localizar a los investigados y pudo hablar con cada uno de ellos.
-        - ¿Cómo explica usted su éxito? –les fue preguntando.
En todos los casos, la respuesta, cargada de sentimiento, fue:
         - Hubo una maestra especial.
La maestra todavía vivía, de modo que la buscó hasta encontrarla. El profesor preguntó a la anciana y todavía lúcida mujer, qué fórmula mágica había usado para que esos muchachos hubieran superado la situación tan problemática en que vivían y triunfaran en la vida.
Los ojos de la maestra brillaron y sus labios esbozaron una grata sonrisa:
    - En realidad, fue muy simple – dijo -. Todos esos muchachos eran extraordinarios. Los quería mucho.

He aquí la clave. Si la educación es algo es, sobre todo, comunicación. Y si hay una comunicación que ayuda a crecer y a desarrollarse de forma sana y equilibrada es el amor. De ahí mi decidida invitación a quien reciba un vaticinio aplastante: <<¡El dedo, corazón!>>


(Sur, 26 de mayo de 2001)  

"La pedagogía contra Frankenstein" Miguel Ángel Santos Guerra.
Os dejamos con la siguiente reflexión: 
¿Es importante el dedo corazón en la educación?

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